sábado, 4 de agosto de 2018

¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? (Una reflexión cristiana en conmemoración al día del arquitecto)






I
Se ha afirmado desde diversas escuelas del urbanismo clásico que el origen de lo que conocemos como “la ciudad” está directamente relacionado a la labor agricultora de un grupo de personas, asociadas con un buen emplazamiento, condiciones climáticas, entre otros, que permitieron el proceso de “cristalizar procesos” de manera de generar, más que un montón de casas, una estructura social que deriva en lo urbano. 

Otros teóricos más arriesgados (Jacobs, Soja, etc), asumen que el “pegamento” de la ciudad, antes que lo productivo, viene desde la necesidad del relacionarse, de establecer interdependencia por una proximidad densa, es decir, viene a ser más importante la “aglomeración humana” y cómo procesos similares al sinecismo griego (origen de las ciudades-estado) establece patrones jerárquicos (para defensa, por ejemplo). De ahí que los descubrimientos arqueológicos modernos en ciudades como Catal Huyuk o Jericó sean importantes para establecer dichos lineamientos.

De cualquier forma, la labor agricultora viene a ser dominante dado el origen de esta necesidad de relacionarse, supone un avance en el hecho de organizarse, de establecer parámetros y estadísticas para aprovechar el sol, las lluvias, las tierras, la tecnología y la capacidad de comercializar o mercadear, frente a la caza o a la mera supervivencia. Y, por qué no decirlo, frente a la concepción del hombre como sujeto responsable frente a la creación más compleja creada por él, la ciudad.


II
Sin embargo, mucho antes en el tiempo, la biblia nos presenta este hecho complejo en la historia de la primera relación entre pares, Caín y Abel, y cómo viene a graficar la verdadera condición del hombre natural. Génesis 4:1-10 nos habla de cómo, al final del día, a pesar de los mismos derechos y reconocimientos sociales básicos (ambos son hijos reconocidos, cada uno realiza sus labores, ambos igualmente tienen el mismo derecho de ofrendar agradeciendo a Dios), las diferencias sociales (o derechos sociales a exigir) solo es una apariencia frente a lo más importante: Amar a Dios y a mi prójimo como a mí mismo. 

Conocemos la historia, Abel presentó una ofrenda dedicada a Dios mientras que su hermano, a pesar del “avance social” (de la agricultura en relación al mero hecho de pastorear o de cazar), dio a Dios una ofrenda del producto de la tierra (léase, algo calculado y que no significa más que “cumplir”). Acto seguido, Dios no miró con agrado esa ofrenda, porque no asimilaba un corazón dedicado como el de su hermano lo que significó un enojo que llegó a terminar en asesinato del prójimo. 

Era responsabilidad de Caín dar lo mejor, así como Abel lo hizo. No lo hizo porque en realidad, Cain hacia lo malo (1° Juan 3:12), tras esa ofrenda calculada había un corazón apartado del patrón más importante que debe unir la relación social, la regla de oro ya dicha (Amar a Dios – Amar a mi prójimo). Si no hago lo primero, entonces, no soy capaz de hacer lo otro.

Esa es la tragedia de hoy: La idea de exigir derechos y no asumir responsabilidades ciudadanas poniendo en el primer lugar a quien debe tenerlo, más que sólo al interior de la iglesia, en la ciudad, es decir a Jesucristo, quien tiene la supremacía. Cuando todo es para mí, para mi postura, para mi deseo, para mis aspiraciones, y nada es sobre mi prójimo es porque en nuestro interior no hay razones por las que tenga que hacerme cargo del otro.
Incluido en esto, el hecho de invisibilizar, (un feto como un ser humano, por ejemplo), de evitar (al necesitado, al extranjero), de menospreciar (al que piensa distinto), porque no es como “yo”.

No sigamos excusando al que hace lo malo como un ser “necesitado”. Al final, es tan responsable como el que hace lo recto, porque la ley moral de Dios está grabada en el corazón del hombre.

III
Recordemos que el hombre natural, al ser imagen y semejanza de Dios, tiene “códigos” que, instintivamente conllevan a una percepción general del bien y del mal, es decir, de Ética. A su vez, posee conciencia y un sentido de moralidad. Por ejemplo, el joven que desea tener novia o esposa, por instinto, la quiere “sólo para sí”, por muy ateo que éste sea. Esto refleja, instintivamente, el primer mandamiento de Dios entregado a Moisés “No tendrás dioses ajenos delante de mi” (Éxodo 20:3).

Dios nos pregunta, entonces, a todos por igual: ¿Dónde está tu hermano? ¿En qué lugar lo has considerado (tanto en nuestras relaciones sociales, en nuestras prioridades diarias, como en el quehacer de la ciudad, hasta la planificación urbana y ocupar las tecnologías para desarrollar hábitats que dignifiquen a mi prójimo)?

¿Qué hacemos? Respondemos desde nuestro ego: “No me corresponde cuidar de mi prójimo”. Ahí es donde nace la esperanza, en vernos sin respuesta frente al sacrificio de Jesús en la cruz, quien murió “por todos”. ¿Quién puede comparar ese acto de amor y dádiva tan noble y genuino? Cuando descuidamos el respeto, y damos lugar a acciones que repelen al “otro”, debemos tener en mente las palabras de Jesús al respecto:
“Han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No asesines. Si cometes asesinato quedarás sujeto a juicio”. Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno. Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti,  deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios.” (Mateo 5:21-23).

Es por esa razón que la labor de la iglesia hoy es de vital importancia, porque (1) es quien debe dar a conocer a la ciudad la esperanza en Jesucristo y el mensaje de reconciliación genuino y vital para los hombres y (2) es el lugar donde debe suceder la reconciliación genuina entre los hombres, porque se hace frente a Dios. Jesús nos da, en estas palabras, una esperanza real para generar el “pegamento” social tan necesario en nuestros días para vivir vidas dignas y en paz. Pablo lo argumenta más adelante con estas palabras:

“Te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos. Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador, quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad, pues hay un Dios y un Mediador que puede reconciliar a la humanidad con Dios, y es el hombre Cristo Jesús”. (1° Timoteo 2:1-4)

Entonces ¿Te animarías a considerar y mirar con otros ojos a tu prójimo, ya sea desde el diario vivir hasta la dignificación de sus espacios (sociales y espaciales? ¿Desde la promoción de los derechos y deberes hasta la planificación digna, menos desigual?  Con la ayuda de Dios, si se puede.

Solo Dios sea glorificado.





viernes, 10 de febrero de 2017

Manifiesto de un cristiano peregrino

Después de un tiempo de reflexión, escribo las siguientes líneas en un ánimo de “mirar hacia arriba” en medio del tumulto ciudadano, del escenario eleccionario que se nos vendrá prontamente (presidenciales 2017) y del acontecer social que hace ya un tiempo se ha posicionado en muchos medios informativos.

Para la gran mayoría ya no es desconocida, en estos días,  las palabras “colusión, jubilazos, coimas, amiguismo, pitutos, favores y favoritismo (cuoteo)”. Es normal hoy por hoy, desde siempre, escuchar que, frente a graves acusaciones o defectos de los mecanismos y organizaciones, dicen frases conocidas como “haremos una reforma de esto”, “replantearemos la institucionalidad”, para al final del día, tener los mismos problemas y las mismas situaciones que se repiten tiempo tras tiempo, y cada vez estas palabras abarcan aún más espectros sociales y redes de relaciones.

Las elecciones en EEUU nos dejaron, como mínimo, una palabra clave a recordar, estamos en la era de la posverdad – significa una afirmación falsa que se plantea como verdad mediante su posicionamiento y uso -  en la que lo real pasa a segundo plano y las emociones, planificadas y organizadas, toman el control. En otras palabras, la posverdad significa que “Mi opinión vale más que los hechos”.

Entonces, y si miramos ahora los actos de colusión, entre los ya nombrados, se pueden, y son, justificados mediante el uso de otras frases de esperanza ( “era necesario para salvar dicha situación”), hasta culpar a otro (“esto fue necesario debido a que los otros estaban haciendo peor las cosas”). Claro está, estos dichos son expresados con profunda emotividad y convicción para que la gente diga: “aahhhh, no es taaan malo como parece”.  

Mientras usted lee estas noticias y alega en contra de ellos por las redes sociales, ¡ Estas personas se reúnen para coordinar estas acciones y frases!. ¿No ha leído sobre Boric, Jackson, entre muchos otros, que, lo que parecía una actitud poco menos que heroica para llegar al senado, no fue otra cosa que un acuerdo entre sus propios partidos para omitir otros candidatos para que precisamente ellos hayan ganado?. Otros grupos acuerdan financiamiento para tal y cual actividad político-social en desmedro del contrincante más pobre, para satisfacer sus propios intereses. Todo eso mientras usted se enoja por Facebook continuamente, con una bebida y un partido de futbol o su reality favorito en la tv.

Un dato concreto: Hoy hay 33 partidos políticos en Chile (¿no serán muchos?), y ¿usted cree que alguno de ellos no inició con ideales visionarios? ¿Se acuerda del libro “La Granja de los Animales” (sino, léalo)?. (ver lista y detalles en Wikipedia).

Claro - usted dirá - pero no existe ninguno que represente los valores cristianos. ¿Está seguro?. Mire bien la lista, dígame si alguno de estos partidos no dice que son “más honestos”, más “leales”, más “democráticos” o, en definitiva, más “mejores” que los demás. También están los  que se dicen conservadores y que promueve valores cristianos, claro, desde una óptica extrema derecha capitalista pro-vida, otros promueven el desarrollo del ser humano desde la izquierda,  ¡otro incluso se llama “Partido demócrata Cristiano”!. Si, como lee, ellos se proclaman literalmente “cristianos”, desde el nombre de su agrupación política.

Todos los valores antes descritos (ser más humanos, leales, honestos, etc) nosotros los vemos como “buenos valores” porque existe una base cristiana en nuestra cultura occidental. Ojo, que entre ellos no existe diferenciación, al momento de tener otros deseos (los jubilazos, las coimas no nacen sino de deseos mezquinos del corazón, finalmente).

Entonces, dígame, con toda honestidad ¿Usted aún cree, con toda esta historia que ya tenemos, que va a existir un grupo político (que se dedique a “hacer ciudad”)  que va a llevar lo más bello y lo que le da identidad al cristianismo-el evangelio de salvación- a las esferas de decisión ejecutiva, legislativa y judicial?. Entonces ¿quién debería representarnos?
Insisto, es muy natural en el lenguaje cristiano decir “Dios es el centro, o mi socorro viene de Dios”. Más aún decir “El señor es mi pastor”, entre otras frases que , más que clichés, demuestran una vida que desea consagrarse y vivir de la mano de Dios. Entonces ¿Por qué razón bajamos el estándar, cuando se vienen las elecciones municipales / presidenciales/senatoriales/etc?

¿No debiese ser nuestro lema: Mi candidato a presidente (o a cualquiera de los anteriores) tiene un solo nombre: Jesucristo, porque él realmente puede darnos verdadera libertad, darnos verdadera paz, revelarnos la gloria de Dios, unirnos en amor de manera de poder edificarnos realmente como sociedad? ¿No debe ser, por consiguiente, aquel candidato que realmente rinda su vida a Sus pies? Recuerde y acéptelo, si usted dice ser cristiano, es porque es precisamente esto, un seguidor de Jesús.

Ya estamos en tiempo de avanzar en la construcción del lenguaje: Ser cristiano no es solamente un título religioso o de credo. Es una identidad que abarca todo lo que hacemos. Esa es la diferencia con las otras religiones o credos.

En síntesis, ¿Qué es lo que debemos hacer? Dejar de enojarnos por las redes sociales. Esto no tiene ningún sentido más que para alimentar las páginas de los diarios con encuestas que llenan sus portadas con frases como “….por esta situación son muchos los indignados por las redes sociales….”, y nada más. Nada concreto o de utilidad.

Y segundo, lo más importante ¡Seamos cristianos!. ¿Queremos que los demás sean honestos? Primero seámoslo nosotros. ¿Queremos que en nuestros barrios haya paz? Seamos ejemplo, ofrezcamos paz. ¿Queremos que se evite la colusión y tantos vicios que impiden una sana y justa convivencia? Entonces seamos justos, elementos de paz y de unidad. Mantengamos viva nuestra fe, edificada en la palabra, fortalecida por el poder del Espíritu Santo para que cuando los demás nos lean, puedan evidenciar el mensaje de reconciliación con Dios.

Como dijera Tim Keller en una conferencia reciente, “Seamos los que promovamos el evangelio a la ciudad (a nuestros barrios), pero amemos siempre, aunque no se convirtieren”.  Si amamos a Dios, amaremos a nuestro prójimo, y podremos realmente ser personas honestas, pacificadoras, justas, que promuevan el evangelio – ¡Cristo es Rey! desde donde estemos.

Digan a todas las naciones: «¡El Señor reina!».
El mundo permanece firme y no puede ser sacudido.
Él juzgará a todos los pueblos con imparcialidad.
¡Que los cielos se alegren, y la tierra se goce!
¡Que el mar y todo lo que contiene exclamen sus alabanzas!
¡Que los campos y sus cultivos estallen de alegría!
Que los árboles del bosque canten de alegría
delante del Señor, ¡porque él viene!
Viene a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia
y a las naciones con su verdad.
(Salmo 96:10-13 NTV)

martes, 10 de noviembre de 2015

Sencillos como palomas, o cuando la gracia de Dios produce inocencia




“¡Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas”. (Mateo 10:16).

Mucho se ha hablado sobre la astucia, ocupar la inteligencia para hacer frente a las dificultades del ser cristiano en la sociedad occidental, desde un punto de vista moral. Piense en grande, piense en sus “dones y antidones”, los diez pasos para lograr el éxito y la felicidad, entre tantas otras leyendas que no tienen nada de real, y que consumimos ávidamente en busca de sentido.  Cuando nos enfrentamos a culturas, como la nuestra en la que ser de doble estándar es algo común, la astucia se transforma en un arma que, simplemente, apunta hacia el que la posee. Si somos honestos, muchas veces colocamos en primer lugar esta astucia en vez de la palabra de Dios y de confiar plenamente en la conducción del Espíritu Santo pasamos a movernos “por intuición”, por experiencia relacional.

Sin embargo, poco se ha hablado sobre la sencillez, porque evidentemente no es un bien preciado. No lo consumimos, no lo vivimos en nuestra cultura capitalista. La palabra, en griego “Akeraios” además de significar “Sencillos, simples, sin complicaciones”, también significa “sin mezcla de mal, libre de engaño, inocente”.

Si se ha hablado poco sobre el ser un cristiano sencillo, menos aún de lo que significa actuar de forma genuina y honesta, libre de engaño, en definitiva, de forma “inocente”. Así como en las posturas ideológicas es imposible evitar las ideas preconcebidas, también así es imposible evitar reírnos o mirar con apatía el actuar con este grado de “inocencia”  nuestra vida diaria. Incluso desde las posturas doctrinales, algunas suponen que las primeras generaciones que habitaron este mundo eran, por decirlo en fácil, más inocentes que los demás.

En nuestros pensamientos morales, cuando hablamos de inocencia, muchas veces pensamos en un niño, en un bebé, o alguien que está incapacitado física o mentalmente, o simplemente en alguien que creemos que es muy tonto o ingenuo. Pensamos inocencia también, cuando alguien es culpado injustamente, aunque seamos sinceros, no nos pesa en nuestra conciencia moral, no lo defendemos, sino que lo dejamos “en las manos de Dios” cuando muchas veces sí podemos actuar en favor de él.

Pues bien, estas palabras de Jesús están dadas en marco de la persecución, más que una caza de brujas ideológica, es por el vivir caminando tras sus pisadas, o andar Como él anduvo” (1º Juan 2:6) y en sus palabras se enfatiza la dependencia en la gracia de Dios para ser “astutos como serpientes y sencillos como palomas”. Estas dos actitudes nos conducen a ser personas cautas y sencillas, tener una actitud vigilante y genuina frente a Dios y, por último, nos permite relacionarnos con los demás de forma prudente y honesta. Pero...

¿Cómo podemos ser sencillos en una sociedad corrompida?

En primer lugar, la definición bíblica para la palabra Inocencia es “quien está sin pecado” y esto nos lleva de inmediato a pensar en por qué nosotros usamos esta palabra de forma tan liviana y llena de prejuicios. Si sabemos que sólo Jesús fue el único hombre en el que no se le halló pecado y, por consiguiente, el único inocente a nivel mundial ¿por qué nosotros bajamos la vara moral al respecto?

Así como la palabra Inocente no significa “moralmente bueno”,  tampoco significa “ignorancia o desconocimiento”, para que podamos decir “yo no sabía, por tanto no tengo culpabilidad”. Es este punto incómodo el que nos permite ver la realidad, el mundo sin Cristo es un mundo que va derecho a la condena perpetua, porque Su palabra está implantada en nuestras conciencias, sabemos a priori lo que es bueno y lo que es malo y, peor aún, la desesperanza al momento de hacer mal, que no se llena con nada como una vasija quebrada. Entonces, ningún hombre es inocente.

Seamos honestos, nadie quiere ser sencillo, nadie quiere ser menos que el de al lado, nadie quiere que los demás tengan lástima de ellos, ser apartados e incluso olvidados y por eso no valoramos el actuar de Jesús al respecto, porque sólo pensamos en esta vida, no en la eterna que nos espera junto a Dios. Se nos olvida rápidamente que “(…) todo el que quiera vivir una vida de sumisión a Dios en Cristo Jesús sufrirá persecución; pero los malos y los impostores serán cada vez más fuertes. Engañarán a otros, y ellos mismos serán engañados” (2º Timoteo 3:12).  La sencillez debe volver a ser uno de los elementos principales con los que interactúan los cristianos, la única forma de validar la inocencia como valor cristiano en medio de una sociedad infame y rapaz es fomentándolo en la familia, en la iglesia, en los núcleos cristianos por excelencia.  

“Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”.(Mateo 24:43-46)


Dios te bendiga

sábado, 8 de agosto de 2015

Opresión y abuso frente a un Dios Justo



Dos noticias que marcan, de alguna u otra forma, el quehacer chileno en cuanto a nuestra historia más reciente, y la moral de la iglesia protestante, aunque no lo queramos, puesta en duda: La muerte de Manuel Contreras, ex jefe de la DINA que jamás reconoció ni pidió perdón por los asesinatos ocurridos bajo su alero en dictadura y el arresto del mediático pastor Ricardo Cid, quien fue condenado a siete años de cárcel por ser encontrado culpable de abuso sexual reiterado en, por lo menos, una caso.

¿Qué tienen que ver ambos casos? Es que ambos son dolorosos para el cristiano chileno. En ambos no hay reconciliación, no existe la figura del perdón ni del amor al prójimo, muestras de la gracia de Dios. Es, dicho en cortas palabras, falta de humildad frente a Dios que deriva a su vez a "amar al projimo como a mi mismo", pero más que eso, es que estos hombres, viendo la posibilidad y teniendo el poder, asumieron su labor de forma endiosada, sin importar las consecuencias.

¿Ud. ha visto en estos dos hombres, de diferentes oficios, de distinta clase social, con distintas preferencias religiosas y morales, algún atisbo de preocupación por las consecuencias de sus actos?

Un hombre militar, y el otro, un hombre religioso. Ambos, si miramos sus biografías, presentan rasgos similares, la falta de cordura al momento de ejecutar acciones, y, finalmente, su mirada "poco moral" para decidir acciones; mejorías civiles según los objetivos de la DINA, al fin de aplacar la oposición al régimen militar para hacer de éste un país mejor o, por el otro lado,  "milagros" con el fin de mostrar una realidad evangélica que ayuda a la prosperidad de las personas. Ambos casos son, seamos sinceros, reprochables por el acto mismo y lo que intenta representar, pero son dolorosos y humillantes, si nos ponemos en el lugar del oprimido, de quienes confiaron, de quienes creyeron.

Es cierto que estos dos casos son solo una porción de otros muchos casos similares, hombres y mujeres que se atribuyeron autoridad para realizar lo que. según ellos, debían hacer (sentido moral) para generar beneficio a su entorno (sentido especial, o mesianico), porque ellos son los indicados (superioridad moral).
Pero más aún ¿Cuantas veces nos hemos encontrado con situaciones, a pequeña escala por cierto, similares a las anteriores? ¿Abusos del altivo de labios? ¿Abusos laborales? ¿Abusos familiares? ¿Nos podemos hacer los desentendidos frente a este tema, entonces, cuando afecta incluso nuestra propia humanidad, siendo Adán, el hombre de Dios, quien desobedeció al mandato de Dios?

Porque se nos olvida rápidamente que solo Dios tiene autoridad, es Supremo frente a su creación, y sólo tiene un hombre que tuvo el sentido moral para hacer lo que ningún otro podía hacer, era el unigénito de Dios, y venía de parte de Dios, Jesucristo el Rey. Cuando suceden acciones de opresión, de abuso en todas sus formas, nos duele y nos afecta, pero aún más, si somos hijos de Dios, nos hace ver que, efectivamente, somos corruptibles por naturaleza, no podemos hacer bien sin la autoridad de Dios, dada a los que creen y se someten a Jesucristo.

En este sentido, el apóstol Pablo, en defensa de su ministerio apostólico, centra la autoridad en Cristo, como cabeza de toda decisión para edificar la Iglesia, no para abusar de su posición frente al Cuerpo de Cristo.

Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.Y estamos dispuestos a castigar cualquier acto de desobediencia una vez que yo pueda contar con la completa obediencia de ustedes.
Fíjense en lo que está a la vista. Si alguno está convencido de ser de Cristo, considere esto de nuevo: nosotros somos tan de Cristo como él. No me avergonzaré de jactarme de nuestra autoridad más de la cuenta, autoridad que el Señor nos ha dado para la edificación y no para la destrucción de ustedes.

(2 Corintios 10: 4-8 NVI).

En un caso triste y penoso, donde el pueblo de Dios actuaba oprimiendo a los más débiles, para beneficio personal a un costo inmoral, ilegal e inhumano, y con jactancia por tener la autoridad divina como pueblo apartado para Dios, pero se olvidaron del Dios que da la autoridad. El profeta Miqueas, en un acto poco común de aquellos días, les dice la palabra de verdad a su propio pueblo para dejarles en claro que lo que hacen No está bien frente a un Dios Justo:

"!Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder! Codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad. Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí, yo pienso contra esta familia un mal del cual no sacaréis vuestros cuellos, ni andaréis erguidos; porque el tiempo será malo". (Miqueas 2:1-2)

Cuando Dios hace, finalmente, su justicia frente a la opresión, para el cristiano que practica la misericordia es también un proceso de dolor y quebrantamiento, porque siempre buscamos "dar de gracia lo que por gracia hemos recibido", y esperamos hasta la ultima instancia en amor en el rol que tenemos (Madre, Padre, Hermano, Hijo, amigo, compañero, etc). Jamas nos debemos jactar en el odio, en el rencor, porque Dios, así como El amó al mundo "que dio a su hijo para que todo aquel que en el cree no se pierda" (Juan 3:16), nos insta a amar, incluso a nuestros enemigos y opresores.

"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad". 1° Corintios 10:4-6

Entonces, ¿Ud es capaz de decir "esto no está bien", y, acto seguido, buscar la paz, la reconciliación y la restitución si es que hemos fallado, si hemos faltado? ¿O está haciendo mal y pretende seguir en ese camino, sin reconocer que la justicia de Dios llega tarde o temprano?

Que Dios tenga de todos nosotros misericordia.

miércoles, 15 de julio de 2015

La autoridad de Dios en un mundo cansado





Ok, esta reflexión parte desde un hombre (y los hombres) que ven un mundo cansado y agotado, que no soporta más esa felicidad aparente con la que celebra los logros del hombre caido, que reivindican las pasiones del corazón, aplaude cada sombra de gloria y llora de emoción por los triunfos ajenos e hipotéticos.

Un mundo viejo, decrépito, que se cree joven, lleno de personas que giran en sí mismas y se olvidan de lo permanente, de lo que realmente importa, porque en realidad para ellos no importa, siempre y cuando les permita seguir con su rotación interminable. Un mundo lleno de gente que camina hacia su destino enceguecida y que hace oídos sordos a las luces intermitentes que aparecen en el camino, esos pocos que aman incondicionalmente a Dios porque El los amó primero. 

Un mundo cuyas sombras aparecen en todos lados, en todas las esferas junto con sus dos aliados - el diablo y la carne - y entenebrecen cada opinión, cada deseo, cada camino del hombre. Cada decisión honesta, cada deseo sincero ya no lo es, seamos claros, por más que hagamos buenas obras con el mejor de los deseos, jamás se iguala a ser santos - bajo la santificación que Dios promete a través de su Hijo Jesucristo- y a ser hechos Hijos de Dios, con la autoridad de la salvación, de la única vía real para afrontar estos tres enemigos. 

Tal como Moisés frente a la zarza ardiente, en vez de huir, o de permanecer indiferente, estos hombres, hijos de Dios, alzan su voz diciendo "Alto", "Peligro", porque Dios les ha provisto de pasión por Su Gloria, de amor a Su Nombre, para que El sea conocido por todo este mundo en ruinas.


"Dios le dijo a Moisés: Di también a los israelitas: El Señor, el Dios de los antepasados de ustedes, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado a ustedes. 
Éste es mi nombre eterno; éste es mi nombre por todos los siglos". 


(Exodo 3:15 Version DHH)


Porque ,aunque todos se tapasen los ojos para no ver las evidencias de un Dios vivo, y dibujasen bocetos y diseños morales con tal brillantez y perfección para mejorar la obra de Dios, (un Dios del pasado que formó al hombre y a la mujer, modelos anticuados - según los genios - como el casamiento, lógicas pretéritas como la fidelidad, la honestidad y el compromiso), Dios al final del día es quien está presente.

Mientras nosotros, como hombres que tenemos nuestros días contados, pasamos, y asimismo nuestros criterios y diseños, Dios permanece y tiene la verdadera "voluntad de cambio", el resto, son sólo ilusiones que sólo cobran vida en nuestro corazón y nada más. Cada vez que nosotros pensamos en nuestros bocetos - y deliramos con tiempos mejores de grandeza - Dios se acuerda que somos polvo. Y sus hijos, somos barro en manos del perfecto alfarero.


Así que, ¿Qué es lo que conviene al final del día? ¿Conviene dejarse llevar por los deseos ilusorias del corazón (engañoso por lo demás) o vivir bajo la Gracia de este Dios que siempre hace su voluntad?




"Recuerden esto, no se hagan ilusiones, piénsenlo bien;
recuerden lo que ha pasado desde tiempos antiguos.
Yo soy Dios, y no hay otro; soy Dios, y no hay nadie igual a mí.
Yo anuncio el fin desde el principio;anuncio el futuro desde mucho antes.
Yo digo: Mis planes se realizarán; yo haré todo lo que me propongo"

(Isaías 46:8-10 Versión DHH)


Dios te bendiga estimado amigo.



miércoles, 20 de mayo de 2015

Salvación que se bebe y respira



Ok, este tema parte más o menos después de meditar en las posturas teológicas clásicas acerca de la "salvación", si se pierde o no, si sucede antes o después de la gracia y la redención del hombre, en fin, lo que el hombre puede "recepcionar" acerca de algo que es divino y que llega a nuestras manos, como un cubo de rubic a un niño amante de los colores o las formas, pero que le resulta incomprensible su lógica, o un tablero de ajedrez a un amante de las formas, que reconoce valores individuales pero es incapaz de someter visiones generales del juego.

La salvación, por un lado, es dada a los hombrespor gracia de parte de Dios (Efesios 2:8), es un don de Dios, por tanto, se debe leer bajo el criterio, o más bien dicho, el juicio de Dios. Como es por gracia, no requiero obras adicionales para obtenerla, aunque el autor enfatiza en una condición de "muerte a vida" (Efesios 2:5). Es decir, ni cabe en esta perspectiva la opción de alguna obra buena, los muertos no pueden "hacer nada".


Por otro lado, para comprender sobre esta salvación, se debe partir por Cristo. Sin él no hay salvación de Dios (Romanos 10:9-10), no existe una figura de salvación por gracia fuera del sacrificio excelente y perpetuo de Cristo, nadie se debe olvidar de la cruz, y su resurrección no tendría sentido para el hombre.


Lo anterior es algo que todos los cristianos, en mayor o menor medida, y con matices, logramos entender. No hay nada nuevo bajo estas lineas, salvo una pregunta que persiste ¿En qué me diferencia, qué gano, qué propósito tengo yo con esta dádiva, con esta nueva condición?


Los jóvenes hoy por hoy no perciben la importancia de ser salvos. Claro, es lógico ver en la iglesia, en los servicios regulares, la oportunidad para "refugiarse" de los actos pecaminosos, o de "apartarse" para agradar a Dios. Pero en esto no tocamos ni en un céntimo lo que significa en realidad la salvación de Dios. Soy salvo y tengo beneficios, dicen algunos, soy distinto a los demás porque tengo valores superiores, o porque tengo amistades que me ayudan a buscar a Dios, dicen otros. ¿En esto se resume la acción salvadora de Dios?

En mi opinión, que es mía por supuesto, ha dejado una huella imborrable en mi este versículo, "Con gozo sacaréis aguas de las fuentes de la salvación" (Isaias 12:3), que habla refiriéndose a Cristo y sus vertientes de agua viva. Este hermoso versículo nos habla de una promesa eterna: En medio del desierto, existen las fuentes, las fuentes tienen aguas vivas y estas aguas nos vuelven al gozo de Dios.

Hay momentos en los que debemos caminar solos, aunque esto en realidad es una mentira: Dios nos sostiene, por lo que, cuando creemos estar de pie solitos, es preciso ser humilde ante el Dios que sostiene nuestros pies. Sin embargo, existen procesos en los que debemos pasar nuestra prueba en silencio, y cuando Dios nos bendice, solo usted sabe el valor de esa bendición, porque es la única manera de bendecir, ahora a otros con amor genuino, sin alardes innecesarios.

Estimado, la salvación en Dios se respira, se bebe, se disfruta, y también es motivo de alegría, de la risa y de la felicidad, la salvación se vive en el cada día, es un acto que sucede mediante el espíritu santo, que da el más profundo y sublime sentido al vivir, porque, si soy cristiano y he visto esta realidad en mi, ¿hay algo mejor que vivir confiando en la soberanía de Dios y que Él me ama eternamente?. 

Quizás una pregunta válida para el joven cristiano de hoy, es ¿Has sacado realmente aguas de las fuentes de la salvación? Los otros pozos siempre dejarán con sed, no saciarán jamás nuestra verdadera necesidad, no confrontarán nuestra condición natural frente a la santidad de Dios, no permitirán que nazca un deseo genuino de servicio cristiano, de amar incondicionalmente a Dios y a su prójimo, de hacer bien las cosas ante Dios. 

En el hoy, este discurso ha pasado de moda, no es un modelo a seguir en un mundo adecuado a las modas del momento, ya sean ideologías, tendencias, etc. Y es que, en realidad, las modas son pozos secos, sin agua limpia, y la poca agua que tenían estaba podrida, pero tu no sabes ese sabor porque ya no queda agua para beber. Dicen que es "lo mejor", o que "te conviene estar aqui", pero ¿cómo puedes estar seguro y poner tus fichas, tu confianza en ilusiones? 

¿Por qué no mejor tomamos buenas decisiones, siendo tu mismo, sin caretas, frente al Padre que te conoce?

Dios te bendiga






miércoles, 21 de enero de 2015

Cuando tenemos que decidir acerca de nuestra identidad

En esta nueva semana, les comparto un breve pero interesante tema, espero que sea de bendición para todos nosotros y nuestras familias:

El texto bíblico está en Josue 24:14-15:

"Luego Josué añadió: Respeten a Dios, obedézcanlo, y sean fieles y sinceros con él. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraban en Mesopotamia y en Egipto, y obedezcan sólo a Dios. Si no quieren serle obedientes, decidan hoy a quién van a dedicar su vida. Tendrán que elegir entre los dioses a quienes sus antepasados adoraron en Mesopotamia, y los dioses de los amorreos en cuyo territorio ustedes viven ahora. Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios". (Biblia Traducción en Lenguaje Actual).

En las ultimas palabras de Josué, el líder de los israelitas, él reúne a todo el pueblo y les explica sobre lo más importante, el centro del trabajo de su liderazgo y de las luchas constantes que él tuvo durante toda su vida. Lo más importante es dejar de adorar otros dioses para servir solamente a Dios.

A pesar de trabajar toda su vida para lograr la estabilidad de su nación en Canaán, Josué podría haber aprovechado la fuerza de su trabajo y su liderazgo para presionar y generar una obediencia sumisa y subyugada a Dios, como si fueran esclavos, pero no lo hace. Sabe que su propio pueblo es rebelde y no quiere obedecer las instrucciones de alguien que le obligaría a servir al Dios unico, pero él traza el camino correcto, entre la obediencia y la rebeldia.

En estos tiempos donde pareciera normal el buscar alternativas a los estándares divinos sobre la vida en sociedad pero sin mirar ni vestir la verdad de Cristo (Efesios 6:14 - Ev. De Juan 14:16) que "pretenden mejorar o actualizar las condiciones normativas", esto es el Pacto de Union Civil - ex Acuerdo de vida en pareja - la discusión sobre el Aborto, etc., nos lleva a la siguiente pregunta ¿Las leyes divinas están pasadas de moda?

¿Necesitamos actualizar a Dios o, dicho de otra manera, es tanta la rebeldía que nos conduce a olvidar la noción natural que todo hombre tiene de Dios para llegar a validar cualquier decisión que parezca "buena en mi opinión"?


Josué les dice: Elijan ustedes a quien sirven,

a).- A los dioses quienes adoraron sus padres: Los errores que ellos cometieron, los pecados e injusticias que ellos promovieron, los vuelven a repetir sus hijos, generando una cadena de pecados tras pecados.

b).- A los dioses que adoran actualmente los otros pueblos: Las circunstancias que promueven, a fin de cuentas, el amar y honrar en nuestro ser interior cualquier otra cosa más que a Dios, lo que es muy común en la actualidad.

Sin embargo - Josué termina su discurso - en mi familia, mi casa, en mi intimidad, yo y los míos hemos decidido sólo servir a Dios a pesar de las circunstancias, a que tenga que cambiar hábitos, pero no hay vuelta atrás en mi decisión.

Esta decisión es eterna, porque Dios es quien la genera para gloria de sí mismo, a diferencia de cualquier otra decisión. Nos conduce a una eternidad con Cristo, una esperanza que no defrauda sino que nos invita a confiar en su voluntad, una fe que nos esfuerza para buscar continuamente su rostro y un amor que nos enseña a vivir como él.

Esta decisión conduce a una identidad con Jesucristo tanto como en su condición de Hombre, para vivir una vida en santidad, como en su condición de Dios, para confiar plenamente en su Autoridad. Ser hijos de Dios y coherederos con Cristo nos lleva a vivir una vida basada en sus promesas divinas que demuestran su preocupación por nosotros, como un Padre se preocupa por su hijo

El Salmo 32:8 lo grafica de una manera íntima, bella y maravillosa: "Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos".

Amigos, creo que Dios permite este momento para devolvernos a nuestro Padre Celestial, y que podamos tomar la decisión firme de decir "Te amo Señor, porque tú me amaste primero. "Enséñame y ayúdame a serte fiel".

Dios nos bendiga.